viernes, 22 de enero de 2010

Diarios sobre ruedas

En mi cabeza daba vueltas un asunto de suma importancia: el transporte en bicicleta. Obviamente tiene muchas más ventajas que desventajas, pero lo más importante es que además de hacer ejercicio físico, no contaminas y te desestresas.
La única vez que he estrenado una bicicleta fue cuando tenía alrededor de 8 años. Era una bicicleta roja, con frenos en los pedales (sólo era necesario hacer los pies hacia atrás) y la llanta trasera tenía dos llantitas pequeñas que me ayudaban a sentirme segura antes de aprender a andar en una bicicleta de verdad, porque la anterior, más que bicicleta, era un triciclo. Muy bonito, por cierto. Después era la niña más valiente del mundo cuando por fin le quité las llantitas traseras.
Pero el tiempo pasó, y dejé de salir con mi hermano a dar vueltas por la calle. Poco a poco, la cadena se oxidó y el asiento se rompió, hasta que mi bicicleta ya no lo era más. Después de eso, en mi vida hubo unos 15 años de silencio bicicletero.
Pero ahora esta idea ha vuelto, y muy fuerte, y próximamente estaré emocionada, como en día de reyes, eligiendo mi bicicleta y yéndome a dar vueltas en ella, para ir del trabajo a la casa, y viceversa.
Y otra de las ventajas es que andar en bicicleta es de esas cosas que nunca se olvidan.