domingo, 30 de octubre de 2011

Constelación número dos


Have no fear in your heart
though you feel you've been broken and lost
there's a place where we will meet up again
there's a place that mends your hurt and takes you in
there are times faced alone
when you find all the holes in yourself
you don't have to walk the night on your own
I will say a prayer for you to lead you on
I will say a prayer for you when you have gone


martes, 11 de octubre de 2011

Constelación número uno

Se despertaba todas las noches a mirar las estrellas. Le gustaba preguntarse si eran las mismas estrellas que miraban los japoneses, los venusinos, los zorros, los peces y él. Dudaba sobre si hace miles de años cuando el hombre no conocía el fuego, también veían en las estrellas las formas de lunares brillantes en la piel del cielo, de osos panda, de dientes de león y de sus ojos.
Lo más bonito de la noche, decía, era cuando la luz de una estrella acariciaba tiernamente su mejilla para despertarla y recordarle que la estaban esperando para ayudarle a descubrir gatos, nieves de queso, avioncitos de papel y sus manos.
Una noche no hubo estrellas, estaba lloviendo. Una capa muy espesa de nubes tapaba todas las estrellas y se dio cuenta de que aunque no podía verlas, ahí estaban, pero ahora tenía la oportunidad de inventarles nuevas formas como de cuchara, de rayos de sol embotellados y de ángel. Sonrió al saber que podía moverlas a su antojo, imaginarlas con luces de colores, como burbujas inmensas rellenas de merengue fuscia, de canela, de catarinas y de sueños.
Cuando bajó la mirada, él estaba ahí, muy enojado porque no podía ver las estrellas y no entendía los estúpidos ademanes que ella hacía hacia el cielo. Se alejó moviendo la cabeza con tristeza.
Fue cuando ella supo, aunque no pudo entenderlo, que su amor nunca fue suficiente para él.
Entonces decidió contar todas las estrellas con los dedos de sus manos y sus pies, y cuando se le terminaron se ayudó también de las hojas de los árboles mecidas por la lluvia de esa última noche, cuando todo se terminó.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Dondequiera que estés

Hace muchos años, cuando el disco de Serrat, "Sombras de la China", se estrenaba en el mundo, yo estaba enamorada. El cumpleaños de esa persona ocurrió en ese mes, y decidí regalarle un disco compacto de una banda que le gustaba mucho (¡todavía se regalaban discos compactos, y era un gran detalle!), pero esa persona ya había decidido que nuestra relación debía terminar, así que no aceptó mi regalo. Regresé arrastrando el corazón a la tienda de discos, y cuando estaba por devolver el disco me topé con el de Serrat. Pregunté si era posible hacer un cambio por otro disco, y solo tuve que pagar la diferencia para llegar a mi casa, con mi flamante disco de Serrat en las manos.
Sí tenía roto mi corazón, pero encontré en las canciones de ese disco muchas palabras lindas, muchos sentimientos hermosos, y una canción en especial, que para mí, es de las más bellas que he conocido. Les comparto la canción y las letras, esperando que nunca tengan que dedicársela a nadie.





Dondequiera que estés,
te gustará saber
que por flaca que fuese la vereda
no malvendí tu pañuelo de seda
por un trozo de pan
y que jamás,
por más cansado que
estuviese, abandoné
tu recuerdo a la orilla del camino
y por fría que fuera mi noche triste,
no eché al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.

Por ti,
por ti brilló mi sol un día
y cuando pienso en ti brilla de nuevo
sin que lo empañe la melancolía
de los fugaces amores eternos.

Dondequiera que estés
te gustará saber
que te pude olvidar y no he querido,
y por fría que sea mi noche triste
no echo al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.

Dondequiera que estés...
si te acuerdas de mí.


lunes, 15 de agosto de 2011

Hechos súper zzzzzzzzorprendentes sobre las abejas

La naturaleza, para quien aún no le haya quedado claro, es increíble. Sus diseños son algo que ni toda la ciencia del mundo podría igualar, y fluye (o fluía, hasta antes de la existencia de ese parásito llamado hombre) de una manera perfecta y armoniosa. Un día, inventó a las abejas, pequeños insectos trabajadores y creadores de uno de los mejores alimentos naturales: la miel.
Les comparto algunos datos sorprendentes de las abejitas y su papel en la naturaleza.

1. A las abejas se les asignan diferentes trabajos, dependiendo de su edad
De 1 a 2 días de vida: limpian celdas, empezando por aquella en la que nacieron, y mantienen calientes a las demás abejas de esa generación.
De 3 a 5 días de vida: alimentan a las larvas más grandes.
De 6 a 11 días de vida: alimentan a las larvas más jóvenes.
De 12 a 17 días de vida: producen cera, construyen celdas, transportan alimento y disponen de las abejas muertas.
De 18 a 21 días de vida: vigilan y protegen, cuidando la entrada de la colmena.
De 22 días de vida hasta que mueren a los 40 ó 45 días: vuelan fuera de la colmena para recolectar polen, néctar, agua, polinizar plantas, y demás.

2. Las abejas no siempre se mueren cuando pican
La mayoría de las abejas mueren cuando pican a humanos, pero no mueren cuando pican a otras cosas. Las barbillas en sus aguijones quedan atrapadas en nuestra piel, y desgarran el aguijón y algunos órganos que están pegados a él, hiriendo de muerte a la abeja. Sin embargo, cuando pican a otros insectos y ciertos animales, esto no ocurre y pueden continuar picando al insecto o animal varias veces sin que les cause daño.

3. Una abeja solo necesita alrededor de 20 gramos de miel para darle la vuelta al mundo
Una sola abeja puede volar hasta 8 km alrededor de la colmena para buscar comida. Una colonia completa de abejas vuela unos 88,000 km para hacer medio kg de miel, y en una buena temporada, pueden producir hasta 25 kg de miel, lo cual son 12 kg más de lo que necesitan para sobrevivir al invierno. Y se necesitan alrededor de 2 millones de flores para hacer medio kg de miel.

4. Haciendo miel
Las abejas fabrican miel tomando néctar de las flores y mezclándolo con enzimas que secretan las glándulas de sus bocas. Después se almacena en celdas hexagonales hasta que el contenido de agua se reduce a un 17%. Cuando esto ocurre, un trabajador sella la celda con cera hasta que las abejas necesitan alimentarse, por ejemplo, durante el invierno.

5. Fabricando una nueva abeja reina
Cuando la colonia está sobrepoblada, las abejas deciden "fabricar" una nueva abeja reina. El proceso para lograrlo es el siguiente:
Paso 1: Las abejas construyen unas 20 celdas para abeja reina.
Paso 2: La abeja reina de la colmena pone huevos fertilizados en cada celda.
Paso 3: Las abejas jóvenes alimentan a las larvas de reina con un alimento especial, llamado jalea real, y extienden el espacio de la celda hasta que alcanza los 25 mm.
Paso 4: Nueve días después de haberse puesto los huevos, la primer celda para abeja reina se sella con una capa de cera.
Paso 5: Un enjambre grande de abejas, llamado enjambre principal, se va de la colmena, lidereado por las abejas más viejas. La reina antigua dejó de alimentarse, así que está muy delgada y en condiciones de volar. Las viejas abejas convencen a la reina antigua que se una al enjambre y salen a explorar en busca de un nuevo lugar para crear una colonia. Increíblemente, este enjambre tomará varios descansos en el camino, enviando abejas exploradoras. Estas regresan y con la información que llevan, el enjambre decide el mejor lugar.
Paso 6: Ocho días después, la primer abeja reina virgen sale de su celda. En este momento, puede ser que se vaya con un pequeño enjambre para iniciar una nueva colonia, o que busque y asesine a sus hermanas, reinas potenciales, picándolas a través de la capa de cera.
Paso 7: La joven reina explora los alrededores para orientarse y conocer.
Paso 8: La reina realiza muchos vuelos para aparearse con hasta 20 abejas macho, llamados zánganos; ellos mueren después de aparearse.
Paso 9: Tres días después, la reina comenzará a poner huevos fertilizados, unos 2000 al día. Los huevos fertilizados se convierten en abejas hembra trabajadoras. Los huevos sin fertilizar son fertilizados por los zánganos para crear nuevos. En cierto momento, hay una abeja reina y hasta 40,000 abejas hembra trabajadoras, y unos cientos zánganos macho.
Paso 10: Esta reina se quedará en la colonia por lo menos un año, hasta que se haga un enjambre lo suficientemente grande para comenzar una colonia en otro lugar. A pesar de que las abejas trabajadoras viven alrededor de 40 días y los zánganos mueren al aparearse o son expulsados de la colmena en otoño para conservar comida, ya que no trabajan, la abeja reina puede vivir hasta cinco años.

jueves, 7 de julio de 2011

Drosophila melanogaster

Las moscas de la fruta y los seres humanos, increíblemente, compartimos muchas cosas. No soy científica ni experta en el tema para explicarlo con detalle, pero los estudios dicen que la similitud es a nivel genético, y estas similitudes ayudan a los investigadores a observar la manera en que las enfermedades deterioran a los organismos o pueden ser curados.
Estas moscas abundan en los laboratorios, y no porque estén sucios, sino porque se reproducen rápidamente y pueden estudiarse varias generaciones en unos años.
Es por eso que la NASA tomó la iniciativa de enviar estas moscas al espacio, para estudiar el efecto que causa este viaje en los astronautas.
¿Cómo se realiza tal estudio? Meten a las moscas en una nave espacial, en un ambiente propicio para insectos, con urnas de vidrio transparentes y cámaras de video, mediante las cuales se observa su comportamiento como rituales de cortejo, velocidad, y su forma de volar, lo que son pistas de su actividad genética.
Existen otras investigaciones en las que estas moscas son pieza fundamental para el ser humano, como el saber que ayudan en la supervivencia de las células sanguíneas en desarrollo, y que existe en su sistema nervioso una proteína que es pariente de la proteína con la que la cocaína interactúa en el humano. Y muchas más.
¿Quién iba a pensar que algo tan humilde significa tantos beneficios en la vida del ser humano?

Qué guapa.




domingo, 12 de junio de 2011

Gavy

Era un sueño o una visión, no noté mucho la diferencia. De lo que sí estoy segura es que era un recuerdo: la palabra "Gavy" escrita en un papel de cuaderno, con lápiz y en una caligrafía muy bonita.
-Es el nombre de mi mamá.
-Pues yo pensé que se llamaba Gabriela.
-Sí, pero así le decimos de cariño, y así se escribe.
Ese día yo había recibido dos revelaciones: la primera, que a las personas se les pueden dar nombres cortos, y la segunda, que los nombres exóticos usaban esas letras que nunca ves en otros lados, como la y.
Cuando le conté a mi mamá que ya sabía escribir "Gavy", me corrigió: "Si Gabriela, el nombre largo, se escribe con b, "Gavy" no puede ser con v, sino con b. Las letras no cambian entre los nombres cortos y los nombres largos".
Y después brinqué hasta el día de hoy, en que vuelvo a ver muy nítidamente, mientras estaba en el patio de la primaria a la hora del recreo, la hoja de cuaderno con la palabra Gavy. Y me acordé de esa persona tan especial que me había compartido el nombre corto de su mamá conmigo, que fue alguien que estuvo conmigo en la primaria, y que en algún momento prometió que no se iba a separar de mí. Que nuestra amistad duraría para siempre.
Hoy nos encontramos de nuevo, y extrañamente pareciera que nos dejamos de ver sólo unos minutos. Me confesó tener recuerdos muy lindos de cuando visitó mi casa, que fue la única vez que su mamá le permitió visitar una casa ajena, y de acordarse de mí todos los días. Creo que los pensamientos pueden ser tan fuertes que atraen a las personas a los lugares a donde pertenecen, y aunque no nos hemos visto en 20 años, estoy segura de que me espera una gran reunión con mi mejor amiga de la primaria, a quien espero no volver a perder jamás.





jueves, 2 de junio de 2011

Ensalada

-¿Tiene de esas navajitas que se usaban en las maquinitas rasuradoras?
-Ah... a ver, es que ya son bien viejitas. Déjame ver si me queda un paquete por aquí.
-Gracias, don.
Don Sergio siempre fue muy amable con Cuca. Además de tener su tiendita bien surtida, lo que no tenía lo trataba de conseguir lo más rápido posible. Pero Cuca no tenía mucho tiempo, así que mientras don Sergio buscaba las navajas, decidió adelantarse a la ferretería para comprar lo que le hacía falta.
-Oiga, voy aquí a la tlapalería, en lo que encuentra las navajas.
-Ándale pues.
Cuca compró medio metro de alambre de púas, un cutter, dos metros de cable de cobre y unas pinzas para cortar metal. Cuando regresó a la tienda de don Sergio, él la recibió con su acostumbrada sonrisa.
-Mira, Cuca, aquí están. Han de ser las últimas sobre la Tierra, porque esas maquinitas se dejaron de vender cuando aparecieron las desechables.
-¿Cuánto le debo, don?
-No sé... ¿ya viste la etiqueta? se vendían en cinco mil pesos.
Efectivamente, la etiqueta ya estaba vieja. Cuca miró a don Sergio, esperando su respuesta.
-Llévatelas, Cuca. De todas formas a mí ya no me sirven y no les voy a sacar mucha ganancia. Seguramente te servirán para algo mejor que para mí.
-Está bien, don. ¡Gracias!
Cuca caminó durante el atardecer, mirando extrañada el cielo. Entró a su casa y cerró con llave la puerta. Peló los cables, sacó los pequeños alambres de cobre y los hizo pedacitos. También despedazó el alambre de púas en piezas pequeñas, seccionó las hojas del cutter y rompió las navajas. Puso todo en un platón hondo, y lo revolvió con un tenedor, que comenzó a humedecerse con las lágrimas que caían desde arriba.
Con la cuchara que más odiaba en la vida, se comió su primer bocado.



domingo, 15 de mayo de 2011

Intercambio


Junio 19.

Por fin estoy aquí. Después de tantas peripecias, tantas cosas y tantos obstáculos, finalmente llegué. Sé que no necesito mencionarte lo que esto significa para mí, porque tú mejor que nadie lo sabe. Todas tus recomendaciones, como siempre, resultaron ser útiles en este viaje, desde guardar bien los recuerdos hasta sonreír a todo el mundo. Y es que aquí no es difícil hacerlo.

Tal vez no alcances a imaginar a quién me encontré aquí; te voy a dar una pista: es Dulce. En cuanto me vio, corrió a saludarme, como hacía tanto tiempo que no lo hacíamos. Te iba a preguntar si recuerdas, pero tú no estuviste ahí, ni siquiera en mi imaginación. Como sea, me dio tanto gusto verla, que por un momento todo desapareció; el tiempo se regresó a cuando sólo éramos ella y yo, cuando asustábamos niños y corríamos en el pasto. Me da gusto saber que volveremos a estar juntas.

Por aquí hay muchas piedras redondas, las que me encanta pisar descalza. Hay incluso una parte donde están calientitas, justo al lado de otro lugar con mucha arena, blanca y muy suave. Si me quedara ciega, seguramente usaría mis pies para percibir todo a mi alrededor.

Bebidas... hay cocos. Cocos enchilados, con limón, en agua, leche de coco, piñas coladas. Y todas las demás bebidas. Eso no cambia, creo, en ningún lado. Y comida hay mucha, pero no he tenido hambre, así que tal vez deje esa parte para más tarde.

El dinero no me sirve de mucho, porque casi todo lo que te dan, son regalos. Me acordé de aquella vez en que en mi cumpleaños me regalaste un vale por un regalo, porque te habías quedado sin dinero, y nunca te lo cobré. Creo que nunca te diste cuenta de que el regalo siempre fuiste tú. Pero tampoco te lo dije.

Me falta un poco de inspiración y estoy muy cansada después de este viaje, pero eres suficiente para que pueda escribirte unas líneas. Sé que las vas a apreciar donde estés cuando las leas, y ojalá te hagan sentir como a mí el saber que las leerás: salpicas mi corazón de fe.

Con amor, Melibea.

Postdata: Supongo que sigues vivo, porque no te veo por aquí.


domingo, 3 de abril de 2011

Cerebros


Todo es como una clásica película de zombis: la ciudad destruida, las calles vacías, el fuego ardiendo por todos lados, y los zombis. Eres de los pocos sobrevivientes -como en las películas- y lo peor es que al igual que en las películas, no tienes idea de lo que pasó; simplemente despertaste y ya todos tenían ganas de comerse tu cerebro. Pero decidiste luchar por tu supervivencia, y al igual que en la ciencia ficción, tuviste en cuenta varios elementos para lograrla.
La primera fue encontrar un arma efectiva. Es bien sabido por casi todo el mundo, que no importa cuánto daño hagas a un zombi, es el tiro en la cabeza el que le pone fin a su miserable existencia; cualquier otro tipo de acción que no sea hacer explotar su cráneo, solamente le hará sufrir, aumentado a la terrible hambre de cerebros frescos que tiene. Básicamente, ese tiro de gracia es un acto de compasión, y por supuesto, una contribución a disminuir la población que en cualquier momento podría comerte.
La segunda fue que debes moverte lo más rápida y sigilosamente posible durante el día, y encontrar escondites efectivos donde pasar la noche. Entre menos expongas las amplias posibilidades de tu cuerpo de formar parte de un suculento platillo para los zombis, será más difícil que te encuentren.
También están las demás cosas a considerar, como la comida, la ropa, y todo lo que hay que tener en un kit de supervivencia. Lo que sigue solamente dependerá de tu habilidad de burlar a la muerte y de volverte inaccesible para los zombis.
Pero este día fue muy diferente; sentías el aire un poco extraño desde que pudiste desplazarte por la mañana. Pensaste que se trataba de otro sobreviviente que tal vez había pasado por las mismas que tú, y que hasta podrían compartir experiencias e intercambiar información del enemigo. Pero ya casi comenzaba el atardecer y nadie capaz de usar sus neuronas apareció. Los últimos rayos del Sol se estiraban detrás de las montañas en el horizonte, como una mano suplicándote que le sacaras del agua, pero seguías sin compañía humana y con la misma incertidumbre en el pecho, hasta que escuchaste ese ruido detrás de ti.
Volteaste, y lo que hace mucho no habías querido preguntarte por temer a la respuesta, ahí estaba. Claramente, acercándose hacia ti, suplicando por algo que tú le ofreciste hace mucho, pero que en aquel momento despreció. Esta vez su hambre le dominaba y la persona más valiosa del mundo -ahora sí- eras tú.
Tu cerebro, tu corazón; hoy sí eran sí eran agradables, sí le ofrecían lo que ahora tanto anhelaba, sí eran suficientes para llenar su alma -y su estómago-, y no necesitaba buscar a nadie más ni tratar de llenarse con otras personas. Susana caminaba, mirándote con ansias, y en sus ojos parecía haber lo que en los tuyos hubo alguna vez para ella: amor. Ahí estaba, tan adorable y putrefacta que esto último casi no te importaba. Llevaba los zapatos que tanto te gustaba cómo se veían en ella, y cuando levantaste la mirada viste que también llevaba puestos los aretes que le regalaste el mismo día que te destrozó -figuradamente, porque literalmente lo estaba intentando en ese momento- el corazón.
Y también recordaste las cosas que te dijo, las razones que te dio y las cuentas que hizo sobre cómo nunca fuiste suficiente, cómo nunca alcanzaste el nivel que ella esperaba, y cómo otras personas -a quien probablemente ya les había comido el cerebro- siempre eran más altas, más delgadas, más dulces o más guapas. Reviviste en un segundo las incómodas tardes, las terribles noches esperando un signo de amor de su parte, cuando lo único que de ella te llegó fue la noticia de que tenía un novio cibernético cuando salía contigo.
Demasiado tiempo pensaste en eso, porque ella ya estaba muy cerca de ti, más frenética y lista para lanzarse sobre tu -ahora- hermoso cerebro. Hasta el último instante guardaste la esperanza de que ella reaccionaría al verte y el amor la haría volver, pero esa fue la única diferencia entre las películas y la vida real: Susana solamente quería exponer tu cerebro y comérselo. Apuntaste directamente a su cabeza, colocaste tu dedo en el gatillo, y viste por última vez en sus ojos el terrible sufrimiento por el que estaba pasando.
Entonces bajaste el rifle, y te fuiste de ahí para siempre.




viernes, 11 de marzo de 2011

Holocausto

Carlos despertó después de un extraño sueño, donde personificaba a una chica que podía ver espíritus. Buscó en su memoria, esperando encontrar alguna razón por la que un pensamiento así se hubiera atascado en su subconsciente, pero no pudo recordar nada relevante de su día que se pudiera relacionar con fantasmas. Permaneció con los ojos abiertos durante unos instantes, en la penumbra de una inquietante noche silenciosa.
Escuchó un zumbido que fue aumentando de intensidad, y aunque no podía ver al insecto, sabía dónde estaba, guiándose por el oído. Lo escuchó acercándose a sus pies, y el dedo gordo comenzó a picarle después de unos segundos. Carlos movió sus pies y volvió a escuchar el zumbido, que se acercaba a su barriga.
"Si ya me picó, es porque ya está lleno y tal vez se vaya". No había nadie más con él a quien pudiera comunicarle sus pensamientos.
El zumbido ya no estaba, y comenzó a dormitar cuando volvió a sentir comezón, ahora en la barriga. Lanzó un manotazo furioso, esperando aplastar al mosquito, pero volvió a escuchar el zumbido, esta vez cerca de su cara.
"Sería demasiado que me picara tres veces, a menos que quiera explotar", dijo casi en voz alta tapándose con la cobija hasta el cuello. El zumbido cesó, y Carlos se acomodó sobre su costado, listo para volver a dormir. Una comezón le invadió entonces la mejilla izquierda.
-¡Carajo! -Carlos se levantó de golpe, caminó hacia donde estaba el switch de la luz, y tropezó con su zapato que no pudo ver en la oscuridad. Se golpeó la rodilla y mientras estaba en el piso, sintió un nuevo piquete en la espalda. La rabia lo hizo ignorar el dolor del golpe y se levantó a prender la luz. Esperaba encontrar un mosquito fácilmente visible por tanta sangre que probablemente ya le había sacado, pero buscó inútilmente durante unos minutos en toda su recámara.
Miró hacia la ventana y se dio cuenta de que la había dejado abierta durante la noche, así que lo más lógico era que varios mosquitos le hubieran atacado, en vez de uno, como lo imaginó. Volvió a sentir un piquete en el brazo, pero esta vez se resistió a moverse y giró lentamente su cabeza para ver al horrendo mosquito que le arrancaba un poquito de vida. Se aterrorizó al encontrarse un animal del tamaño de una canica, pegado a su brazo y creciendo todavía, conforme succionaba más sangre. Acercó con cuidado su otra mano.
¡Paf!
El sonido llenó la noche, y de entre sus dedos escurrió la sangre que ahora escapaba del cuerpo mutilado del insecto. Estaba por ir al baño a lavarse las manos cuando escuchó otro zumbido, al parecer proveniente de afuera de la ventana. Se acercó tratando de cerrarla antes de que otro mosquito invadiera su recámara, cuando desesperado, se dio cuenta de que un enjambre de miles de mosquitos estaba listo a entrar en su casa.
La noche era inquietantemente silenciosa.

sábado, 19 de febrero de 2011

Pornografía

Estar parada frente a este lugar es como dejar que mi estómago vea una película pornográfica:




miércoles, 16 de febrero de 2011

Abrázame

A Marisol le gustaban los abrazos: le encantaba que su abuelo la abrazara siempre que lo visitaba, y le gustaba abrazar a su perro y a su gato; incluso abrazaba a Jorgito, que no recibía de muy buena gana sus abrazos, pero aún así le gustaba medir la fuerza de diversos brazos.
Un día decidió que iba a coleccionar abrazos, así que muy contenta empezó a organizar las cosas que necesitaría para guardar eficazmente el efecto y la fuerza de cada uno, cuando de pronto se dio cuenta de que su última pieza -pero también la más codiciada- sería el tan temible abrazo del oso.

domingo, 6 de febrero de 2011

Un día


martes, 11 de enero de 2011

Borametz

En la parte central de Asia, se cree que existe una planta llamada Agnus scythicus, Planta Tartarica Barometz, o Borametz para los amigos. El chiste de esta planta es que se cree que da borregos como fruto, los cuales al nacer están conectados a la planta por medio de un cordón umbilical. El borreguito come las plantas que están alrededor, y una vez que se terminan, el borrego y la planta mueren.
Este mito nació durante la edad media, para explicar la existencia del algodón (que no se sabía que era una fibra vegetal), y también porque al poner la planta de cabeza, se pueden ver "patitas". Es posible que la fotografía del helecho que pongo más abajo, sea el famoso Borametz.



Hoy conocí al borametz gracias al pastel de calabaza que hice. La comida favorita de los borametz son las calabazas. Ojalá que mi pastel sea enorme y alcance para muchas generaciones de borametz.



viernes, 7 de enero de 2011

Nino

Karina nunca había estado tan conmovida en toda su vida. Ver una película tan bonita en la que entendieran tan bien su forma de ver las cosas y que le diera ideas nuevas de cosas lindas para hacer en la vida y sentirse especial, fue además una ventaja más. Y lo mejor de todo es que se sintió identificada con el personaje principal, lo cual casi nunca pasaba porque Karina siempre se supo diferente. Ella no esperaba a un príncipe azul que la rescataría de las garras de Godzilla, pero el hecho de que el hombre en esta película llegara a rescatar a la mujercita de ensueño de su propio mundo tímido y soñador, no se le hizo para nada comparable. Ni despreciable.
Así pues, salió al mundo a sentir la brisa que antes de la película no había notado, y a mirar el cielo azul que seguramente un día podría contemplar tomando la mano de aquél que hace cosas tan especiales como coleccionar carcajadas curiosas o fotografías ajenas rotas. Se le antojó entonces que hoy fuera un día muy especial, y comenzó a buscar algunas piedras redondas. Conocía un lugar con un lago, así que cuando juntó suficientes rocas, corrió a probar suerte con cada una, esperando que le ayudara la superficie del agua.
Cuando llegó, no había lugar para intentar hacer patitos en el agua, pues la orilla del lago estaba llena de Amélies intentando hacer lo mismo para sentirse especiales.

jueves, 6 de enero de 2011

Formidabilidad

Ese día el pasto se veía más verde de lo normal, lo cual me emocionó mucho, porque entre más verde es el alimento, más reserva tendremos cuando el pasto y las plantas se hayan ido. No sabía si comentarlo con mis compañeras, porque últimamente se burlaban de todo lo que les decía: "Claro que el cielo es muy azul. Si siempre ha sido azul, ¿por qué te sorprende que sea más azul? Avísanos cuando cambie de color". Pero se los juro, ese día el cielo había estado muy azul, y por la noche la entrada de la madriguera se llenó de una cosa blanca y muy fría. Pasamos una pésima noche, sin recolectar alimento y todas apretadas.
Pero yo me quedé en que el pasto estaba bastante verde. Me dieron muchas ganas de salir a investigar, aunque no había dormido mis minutos diarios que me correspondían por trabajar tanto desde que nací. Mis antenitas chocaron de pronto movidas por una ráfaga de viento, y sentí muchas cosquillas. Eso me hizo darme cuenta de que si no me salía en ese momento del hormiguero, tal vez ya no lo haría en toda mi vida.
El sol estaba muy brillante. Miré hacia arriba y solo veía mucho pasto y hierbas. Pasto verde, hierbas con flores de colores, y una que me gusta mucho, que tiene una esfera blanca al final. Caminé pendiente de cualquier detalle que pudiera advertirme sobre un cambio, sobre lo diferente que podría ser el día de hoy, porque estoy segura de que el pasto estaba más verde de lo normal. De pronto choqué con una barrera grande, algo que definitivamente no era natural. Me subí a investigar y algo todavía más grande se interpuso en mi camino. Era una mano, según supe después, que me tomó con cuidado (aunque no el suficiente) y me puso frente a un par de ojos muy extraños. Esos ojos me observaron con curiosidad, y a pesar de que yo tenía miedo, no me moví mucho. Cuando vi que esa mano no me haría daño, me sentí más libre y caminé un poco. La persona que me tomó reía, y para mí resultaba extraño, porque las hormigas no reímos. Los dos, en poco tiempo, nos mirábamos con cierta fascinación. Era claro que esa persona se movía con cuidado porque temía que si me hacía enojar, la mordería con mi poderosa mandíbula que destrozaría su mano rápidamente. Caminé en su brazo, y encontré muchos obstáculos en su piel, que me obligaban a cambiar de camino de vez en cuando, y de pronto miré para abajo.
Había muy cerca de la entrada del hormiguero, un lago enorme. Yo creo que era todavía más grande que un lago, si eso es siquiera posible, y eso significaba que había agua muy cerca. ¡Eso era, ese era el cambio que noté gracias a que el pasto estaba más verde! Tenía que decírselo a mis compañeras, pero ni siquiera en afán de hacerlas ver que yo no estoy loca, sino simplemente para apresurarnos a conseguir todo el pasto verde que nos fuera posible. Regresé al lugar cerca de los ojos curiosos, y le pedí amablemente con mis antenas que me bajara. Pero esa persona solo volvió a reír, y por más que insistí en que me dejara bajar, parecía no ver mis claras señales. Entonces tuve que recurrir al extremo de morder (aunque despacito) su mano, cuidando de no destrozarla.
Lo que siguió fue un golpe muy fuerte, y todo lo demás estaba oscuro.
Nunca regresé al hormiguero o volví a ver el sol. Ni siquiera volví a ver el pasto verde.
Solo había sido una pequeña hormiga.