jueves, 6 de enero de 2011

Formidabilidad

Ese día el pasto se veía más verde de lo normal, lo cual me emocionó mucho, porque entre más verde es el alimento, más reserva tendremos cuando el pasto y las plantas se hayan ido. No sabía si comentarlo con mis compañeras, porque últimamente se burlaban de todo lo que les decía: "Claro que el cielo es muy azul. Si siempre ha sido azul, ¿por qué te sorprende que sea más azul? Avísanos cuando cambie de color". Pero se los juro, ese día el cielo había estado muy azul, y por la noche la entrada de la madriguera se llenó de una cosa blanca y muy fría. Pasamos una pésima noche, sin recolectar alimento y todas apretadas.
Pero yo me quedé en que el pasto estaba bastante verde. Me dieron muchas ganas de salir a investigar, aunque no había dormido mis minutos diarios que me correspondían por trabajar tanto desde que nací. Mis antenitas chocaron de pronto movidas por una ráfaga de viento, y sentí muchas cosquillas. Eso me hizo darme cuenta de que si no me salía en ese momento del hormiguero, tal vez ya no lo haría en toda mi vida.
El sol estaba muy brillante. Miré hacia arriba y solo veía mucho pasto y hierbas. Pasto verde, hierbas con flores de colores, y una que me gusta mucho, que tiene una esfera blanca al final. Caminé pendiente de cualquier detalle que pudiera advertirme sobre un cambio, sobre lo diferente que podría ser el día de hoy, porque estoy segura de que el pasto estaba más verde de lo normal. De pronto choqué con una barrera grande, algo que definitivamente no era natural. Me subí a investigar y algo todavía más grande se interpuso en mi camino. Era una mano, según supe después, que me tomó con cuidado (aunque no el suficiente) y me puso frente a un par de ojos muy extraños. Esos ojos me observaron con curiosidad, y a pesar de que yo tenía miedo, no me moví mucho. Cuando vi que esa mano no me haría daño, me sentí más libre y caminé un poco. La persona que me tomó reía, y para mí resultaba extraño, porque las hormigas no reímos. Los dos, en poco tiempo, nos mirábamos con cierta fascinación. Era claro que esa persona se movía con cuidado porque temía que si me hacía enojar, la mordería con mi poderosa mandíbula que destrozaría su mano rápidamente. Caminé en su brazo, y encontré muchos obstáculos en su piel, que me obligaban a cambiar de camino de vez en cuando, y de pronto miré para abajo.
Había muy cerca de la entrada del hormiguero, un lago enorme. Yo creo que era todavía más grande que un lago, si eso es siquiera posible, y eso significaba que había agua muy cerca. ¡Eso era, ese era el cambio que noté gracias a que el pasto estaba más verde! Tenía que decírselo a mis compañeras, pero ni siquiera en afán de hacerlas ver que yo no estoy loca, sino simplemente para apresurarnos a conseguir todo el pasto verde que nos fuera posible. Regresé al lugar cerca de los ojos curiosos, y le pedí amablemente con mis antenas que me bajara. Pero esa persona solo volvió a reír, y por más que insistí en que me dejara bajar, parecía no ver mis claras señales. Entonces tuve que recurrir al extremo de morder (aunque despacito) su mano, cuidando de no destrozarla.
Lo que siguió fue un golpe muy fuerte, y todo lo demás estaba oscuro.
Nunca regresé al hormiguero o volví a ver el sol. Ni siquiera volví a ver el pasto verde.
Solo había sido una pequeña hormiga.




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